Igual que esos coches hibridos que tienen un motor eléctrico y otro diesel, los seres humanos hemos aprendido a usar dos motores para satisfacer nuestras necesidades.
Hola María. Un artículo interesante, sobre todo por las cuestiones que plantea. Ciertamente, los bienes públicos representan un problema en su medición, aunque intentos indirectos para medirlo pueden ser posibles. Sin embargo, en la lectura del artículo me vienen ciertas cuestiones que me gustaría matizar.
En primer lugar, la propia naturaleza y dificultad de medir los costes y beneficios de los bienes públicos es un arma de doble filo. Esa dificultad inherente incide dirceamente en la complejidad para los poderes públicos de llevar a cabo una asignación eficiente de los recursos. Los problemas en identificar la demanda real del bien y sus costos puede llevar a ineficiencias y despilfarro.
En segundo lugar, creo que el propio término de bien abundante es problemático. La gastronomía o la medicina, los conocimientos detrás de ellas, pueden ser abundantes si. Pero por ejemplo ¿el caviar es abundante? ¿las vacunas son abundantes? Creo que se entremezclan el conocimiento humano, acumulativo, necesario para inventar, diseñar, innovar y producir, con los bienes propiamente dichos, que si son objeto de estudio por la Economía. Medicamentos, vacunas, robots médicos, hospitales, camillas, etc... Todo ello es escaso. Su elección implica necesariamente una renuncia de otras alternativas. Además, no puede decirse que un bien, por no ser rival, su coste es cero. Aquí encuentro confusión entre coste marginal y coste total. Justamente, el coste de mantener un ejército y la tecnológica armamentística necesaria para defender el Estado de amenazas extranjeras no aumenta si se añade una persona más, de ahí la no rivalidad, la denominación de la defensa nacional como bien público y el coste marginal de añadir un ciudadano más es cero. Pero los costes totales pueden ser elevados. Y esos costes se distribuyen entre la población total, se socializan. En cierto aspectos, como el caso de la defensa nacional, puede tener cierta lógica frente a sus alternativas. Pero cuidado con el embrujo de la socialización de costes, no hay tal cosa como un almuerzo gratis. En este caso, en vez de soportar un individuo los costes, lo hará el conjunto. Pero ¿qué costes debe soportar el grupo? Eso es una pregunta a plantearse.
Y en tercer lugar, si me gustaría hacer un apunte respecto a la mercantilización que comentas. La búsqueda por un lado de mejorar ciertos ámbitos en diferentes disciplinas, para hacer las cosas mejor y por ello buscar un beneficio, es lo que ha llevado a esa mercantilización. Pero eso no es malo. No puede decirse que un curandero en épocas donde se utilizaban sanguijuelas eran mejor que la medicina moderna, que la leña cortada de una finca sirva mejor que tener gas y luz sin moverte de casa. Y ambos pertenecen a la esfera de los bienes privados. Los bienes públicos tampoco escapan de la ley de la escasez.
En último lugar, aunque entiendo los ejemplos de internet, ni siquiera eso podría catalogarse como bien abundante. Nuestra comprensión del mundo se encuentra limitada por el tiempo y por la atención que podemos prestar a la información. Quizás esta información si es abundante a día de hoy, pero el tiempo y la atención siguen siendo escasas.
Me parece un artículo interesante por todo lo que planteas, dejas temas sobre la mesa que merece la pena debatir (como la comodotización). Gracias por el artículo. Un saludo.
Muchas gracias por tu comentario. Me ha hecho darme cuenta de que tenía que darle una buena vuelta a la definición de los tipos de bienes y he hecho este artículo para aclararlo. Podemos seguir la conversación ahí, si te cuadra!
Dices de los bienes abundantes? Claro, eso sería posible. La cosa es que como son infinitas no se pueden intercambiar... pero se podrían medir mucho mejor, claro que sí.
Hola María. Un artículo interesante, sobre todo por las cuestiones que plantea. Ciertamente, los bienes públicos representan un problema en su medición, aunque intentos indirectos para medirlo pueden ser posibles. Sin embargo, en la lectura del artículo me vienen ciertas cuestiones que me gustaría matizar.
En primer lugar, la propia naturaleza y dificultad de medir los costes y beneficios de los bienes públicos es un arma de doble filo. Esa dificultad inherente incide dirceamente en la complejidad para los poderes públicos de llevar a cabo una asignación eficiente de los recursos. Los problemas en identificar la demanda real del bien y sus costos puede llevar a ineficiencias y despilfarro.
En segundo lugar, creo que el propio término de bien abundante es problemático. La gastronomía o la medicina, los conocimientos detrás de ellas, pueden ser abundantes si. Pero por ejemplo ¿el caviar es abundante? ¿las vacunas son abundantes? Creo que se entremezclan el conocimiento humano, acumulativo, necesario para inventar, diseñar, innovar y producir, con los bienes propiamente dichos, que si son objeto de estudio por la Economía. Medicamentos, vacunas, robots médicos, hospitales, camillas, etc... Todo ello es escaso. Su elección implica necesariamente una renuncia de otras alternativas. Además, no puede decirse que un bien, por no ser rival, su coste es cero. Aquí encuentro confusión entre coste marginal y coste total. Justamente, el coste de mantener un ejército y la tecnológica armamentística necesaria para defender el Estado de amenazas extranjeras no aumenta si se añade una persona más, de ahí la no rivalidad, la denominación de la defensa nacional como bien público y el coste marginal de añadir un ciudadano más es cero. Pero los costes totales pueden ser elevados. Y esos costes se distribuyen entre la población total, se socializan. En cierto aspectos, como el caso de la defensa nacional, puede tener cierta lógica frente a sus alternativas. Pero cuidado con el embrujo de la socialización de costes, no hay tal cosa como un almuerzo gratis. En este caso, en vez de soportar un individuo los costes, lo hará el conjunto. Pero ¿qué costes debe soportar el grupo? Eso es una pregunta a plantearse.
Y en tercer lugar, si me gustaría hacer un apunte respecto a la mercantilización que comentas. La búsqueda por un lado de mejorar ciertos ámbitos en diferentes disciplinas, para hacer las cosas mejor y por ello buscar un beneficio, es lo que ha llevado a esa mercantilización. Pero eso no es malo. No puede decirse que un curandero en épocas donde se utilizaban sanguijuelas eran mejor que la medicina moderna, que la leña cortada de una finca sirva mejor que tener gas y luz sin moverte de casa. Y ambos pertenecen a la esfera de los bienes privados. Los bienes públicos tampoco escapan de la ley de la escasez.
En último lugar, aunque entiendo los ejemplos de internet, ni siquiera eso podría catalogarse como bien abundante. Nuestra comprensión del mundo se encuentra limitada por el tiempo y por la atención que podemos prestar a la información. Quizás esta información si es abundante a día de hoy, pero el tiempo y la atención siguen siendo escasas.
Me parece un artículo interesante por todo lo que planteas, dejas temas sobre la mesa que merece la pena debatir (como la comodotización). Gracias por el artículo. Un saludo.
Hola, Ménez!
Muchas gracias por tu comentario. Me ha hecho darme cuenta de que tenía que darle una buena vuelta a la definición de los tipos de bienes y he hecho este artículo para aclararlo. Podemos seguir la conversación ahí, si te cuadra!
https://abundancia.maria-alvarez.com/p/sobre-la-naturaleza-de-los-bienes
Un abrazo!
Se agradece mucho el empeño en analizar las tendencias de fondo en este mundo convulso. Nos hace falta más de esto, creo...
¿Y medir las interacciones?
Dices de los bienes abundantes? Claro, eso sería posible. La cosa es que como son infinitas no se pueden intercambiar... pero se podrían medir mucho mejor, claro que sí.
Quiero felicitarte por tu aportación. Seguiré tus artículos con una profunda esperanza