12 Comentarios

Una excelente introducción que captó mi atención al 100%. Es uno de mis libros favoritos.

Con respecto al resto del texto, encuentro un análisis apasionante que encuadra muy bien nuestra relación con la tecnología, no sólo la IA de los últimos años sino en general. Tal y como señalas, sentimos una reticencia hacia los avances tecnológicos que parece forjada en nuestro mismo ADN.

El ejemplo más claro que se me ocurre, también porque significó el salto tecnológico más dramático de nuestra historia, fue la Revolución Industrial. Al igual que ahora, muchos vaticinaban el final de la vida y el trabajo como la conocemos, para ser reemplazado por una especie de colapso de civilizaciones. La realidad fue todo lo contrario. Se enriqueció a la población mundial, y en menos de 100 años, mejoró la calidad de vida de casi todo el mundo. Más adelante se aseguró que la televisión nos haría inútiles, o que el internet nos volvería redundantes. Nos puede gustar más o menos el resultado actual (hay muchas cosas que no me gustan), pero prefiero tenerlo antes que echarlo en falta.

Personalmente, dudo muchísimo que la IA sea diferente. De que habrán cambios, estoy segurísimo. Algunos que tal vez hoy no podamos ni imaginar. Y desaparecerán trabajos, y surgirán nuevos comportamientos y costumbres. Nuestra sociedad se reimaginará para adaptarse a las nuevas tecnologías. Más me preocupa (o tal vez irrita sea una palabra más adecuada) toda la propaganda y ruido que se hace acerca de este tema.

Un abrazo.

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Tu texto es muy interesante porque pone en cuestión muchas de las asunciones que estamos teniendo en estos últimos tiempos con el desarrollo de la IA.

Estoy de acuerdo en general con lo que comentas, pero me pregunto una cosa: al hilo de investigaciones neurobiológicas recientes, se van conociendo cada vez más datos acerca del funcionamiento del cerebro, por ejemplo en la formación de emociones o en la representación de sentimientos. Imagino que, andando el tiempo, sería posible desarrollar tecnologías que «imiten» esas estructuras, de manera que alcancemos esa famosa singularidad que tornaría en «seres pensantes» a lo que ahora mismo son solo acumulaciones de algoritmos.

¿Serían, pues, impensables estas suposiciones? Al igual que tú, creo que lo que nos separa (y ensalza) de las IAs es la experiencia individual, poliédrica y particular. Pero ¿cómo actuaríamos —y nos relacionaríamos— ante máquinas artificiales que pudieran acumular ellas mismas experiencias?

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Hay varias cosas ahí. Para empezar, la capacidad de computación que tenemos en la actualidad ni se acerca a esas posibilidad. Los ordenadores solo pueden resolver problemas algorítimicos, como tú dices.

En el caso hipotético de que la computación cuántica llegara a ser una realidad algún día -que habría mucho que decir ahi también- yo no tengo nada claro que un ser que no desea, que no tiene miedo, que no tiene las emociones básicas que nos hacen ser seres vivos, pudiera aprender las cosas que nosotros aprendemos por esas pulsiones.

En otras palabras: la inteligencia emana de las emociones humanas y no al revés. Uno no puede entrenar a una máquina para que sea muy lista y entonces se vuelva emocional, como pasaba en 2001 Odisea en el espacio.

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Gracias por el artículo, María. Está bien poner negro sobre blanco lo que muchos intuimos pero el ruido circundante no nos deja terminar de ver.

Sobre el tema de fondo, y en línea con lo que apuntaba el comentario de Emi, quizá sea muy difícil, si no imposible, crear máquinas que reproduzcan del todo la forma de pensar y sentir del ser humano, pero no me parece tan descabellado que algún día (más pronto que tarde) existan sistemas complejos con inteligencia propia (o inteligencias múltiples trabajando simultáneamente) que, si bien no será exactamente como la humana, sí serán sistemas (muy) inteligentes a su manera o de forma parcial, y con alguna forma de conciencia y vida (autonomía) propias. Quizá incluso se les pueda programar un cóctel de emociones y deseos humanos (recuérdese al niño de la película "A.I.", de Spielberg) o incluso puedan tener o generar sus propias capacidades emocionales (o algo parecido), unas emociones propias de las máquinas que los humanos no podamos entender ni reproducir internamente, igual que las máquinas no podrán reproducir las nuestras. Todo esto suena a ciencia-ficción (y hay mucha ciencia-ficción sobre ello), pero también lo era en su momento viajar a la Luna o a Marte.

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Pero fíjate que la razón por la que piensas que puede ocurrir eso, y no otras cosas (como, por ejemplo, que podamos viajar en el tiempo o volar) tiene que ver con te han dicho en la cultura que eso va a pasar: en las películas, en las fábulas, etc. No hay ningún indicador que diga que es posible. Es nuestra moral en acción la que nos lleva a esa idea.

Puede ocurrir? Claro, y otras muchísimas cosas de ciencia ficción que no tenemos ni pensadas.

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No niego que haya influencia cultural en mis elucubraciones sobre el futuro y el progreso científico, pero, aunque no soy ingeniero ni informático, creo que cuento con algunos datos o intuiciones más específicos del ámbito de la cultura científica y tecnológica general actual para pensar que será más fácil crear alguna forma de inteligencia autónoma que encontrar la forma de volar (entiendo que se habla de volar con poco más que una capa y la ropa interior por fuera) o viajar en el tiempo...

Tú misma lo decías: la inteligencia en el mundo animal es un continuo, y, aunque no podamos llegar a reproducir la complejidad de una inteligencia como la humana, quizá no sea tan inalcanzable lograr algún otro grado de discurrir autónomo y genuino en una máquina, que progresivamente se podría ir mejorando (y no me refiero a la mera ejecución de algoritmos, que, en cualquier caso, supongo que por sí solo podría llegar a ser bastante como sucedáneo de una inteligencia).

Pero, sí, la verdad es que tampoco tengo datos muy sólidos para descartar que la mía no sea una apreciación sesgada.

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Me ha encantado este texto, María. Todos tus artículos están siempre súper meditados y se arriesgan a cuestionar lo que la narrativa imperante da por sentado o promulga, gracias.

Me has traído a la mente la cuestión del problema de la consciencia. La aparente incapacidad que tenemos de localizar exactamente la consciencia y explicar cómo el cerebro humano es capaz de generarla. Según ciertos pensadores, la consciencia no se crea en el cerebro sino que es filtrada por él, lo que explica por qué cuando el cerebro se ve sometido a algún proceso que provoca que disminuya (psicodélicos, asfixia, hiperventilación) o incluso se pare el riego sanguíneo (experiencias cercanas a la muerte), las experiencias que reportan las personas son de trascendencia, deslocalización, fantásticos encuentros con arquetipos, conexión con el todo, etc. en diversos grados. Aunque en tu texto hablas explícitamente de inteligencia y no de consciencia, para mí esa inteligencia parte también de la consciencia. La mente, entendida no solo como la capacidad de cognizar, incluye las emociones e incluye la metacognición, la capacidad de saber que estamos pensando, que es lo que solemos considerar consciencia per se. Por tanto, todo eso, si abrimos la puerta a que la consciencia sea algo que lo permea todo y el cerebro humano un filtro determinado de esa consciencia universal, hace muy difícil pensar que la IA pueda de alguna manera adquirir este tipo de inteligencia-emoción-consciencia.

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En mi lectura del texto de María y las posteriores reflexiones también ha estado presente de forma permanente la cuestión de la conciencia, porque es cierto que en la mente humana las dos van muy unidas. De hecho, en las máquinas que llego a imaginar genuinamente autónomas o inteligentes en algún aspecto, me cuesta no imaginarlas con algún grado de conciencia sobre sí mismas y sobre lo que hacen. Pero, claro, quizá esté hablando también de otro tipo de conciencia o de un subtipo de lo que se suele entender por conciencia de forma general...

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Claro, cómo concebimos la inteligencia genuina sin consciencia? El filósofo Bernardo Kastrup tiene charlas muy interesantes y reveladoras sobre el "hard problem" de la consciencia, la inteligencia artificial y los problemas del materialismo metafísico para explicar la realidad. Creo que una investigación de la inteligencia artificial debe preguntarse genuinamente qué es lo que entendemos por inteligencia y su relación con la consciencia, tal y como lo hace María en este artículo

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Eso es. Lo divertido es que todo eso parece no interesarles. Es algo así como querer hacer una réplica de un cuadro, pero sin mirar el cuadro.

Me ha parecido muy interesante lo que dices sobre la consciencia y la meta cognición que, por supuesto, también está ahí y no tiene por qué ser un given de la inteligencia.

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Ni tanto ni tan calvo. Cada 3 o 4 meses aparecen mejores versiones de los modelos. Puede que no sientan como las personas, pero no importa si son capaces de realizar algunas de las tareas que hace una persona. De hecho mejor así para algunos trabajos que ahora están haciendo personas.

También decían que una máquina jamás sería capaz de ganar a un humano al ajedrez. Es cuestión de tiempo.

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Pues vaya, vaya engaño... con la IA.

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