Hay una tecnología que está transformando el mundo, pero no es la inteligencia artificial.
¿Puede el mismo cambio tecnológico explicar la victoria de Trump y el movimiento feminista?
Si el amor, como todo, es cuestión de palabras,
acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma.
Luis García Montero, El amor.
Todo cambia tan deprisa que es muy dificil comprender el mundo en tiempo real. A veces ocurre que magnificamos el impacto que va a tener una tecnología y luego, con el tiempo, se vuelve cómico habernos creído que iba a ser así. ¿De verdad alguien pensó que el Laser Disc iba a ir a alguna parte?
Pero también ocurre lo contrario. Estamos tan distraídos con los anuncios de las cosas que nos prometen, que cuando tenemos delante de las narices una transformación auténtica no nos damos cuenta hasta que ya ha puesto el mundo patas arriba.
Fue lo que ocurrió con el email, quizás la tecnología que más ha cambiado el mundo en los últimos 25 años. ¿Cuánto ha transformado nuestra vida este protocolo sencillo y antiquísimo -en relación con la edad de Internet- que parecía una poquita cosa cuando lo encontramos?
Hoy dependemos del email para todo. No solo ha cambiado la forma de relacionarnos con el mundo; es lo más parecido a una casa digital que tenemos (¡también por la cantidad de chismes que almacena!). Y lo ha hecho sin hacer ruido, mientras las portadas de los periódicos nos anunciaban el advenimiento del coche volador y el robot doméstico.
Yo creo que hoy está pasando una cosa similar -seguramente mucho más importante- con otra tecnología. Y creo que es la raiz de muchos fenómenos aparentemente desconectados, y que no terminamos de entender, como el éxito de Donald Trump o del movimiento feminista.
Verás, he argumentado en otros artículos que el pensamiento humano no es verbal, sino emocional. No me refiero solamente a eso que solemos llamar emociones, como la tristeza, la nostalgia o la ira; voy más allá. Lo que llamamos “ideas” también son emociones. El concepto de “casa”, o el de “bebé” o o el de “declaración de la renta” no se limitan en nuestra consciencia a una palabra, sino que accionan un conjunto de sensaciones, memorias e impulsos; a veces olores y sabores y sonidos: son emociones.
Esas emociones, además, no existen de manera autónoma. A diferencia de las palabras, que son como los compartimentos estancos de la cognición, la emoción “casa” conecta con la emoción “mamá” o con la emoción “barrio” sin que podamos definir del todo los límites entre unas y otras. No se pueden entender por separado.
Así, podemos entender el cerebro como un piano con muchos billones de teclas -las neuronas- que tocan distintos acordes. Cada cada acorde construye una emoción distinta y complejísima, interrelacionada con otras. Por eso el lenguaje verbal, que es mucho más simple, no es suficiente -ni de lejos- para transmitir todas las conexiones que cada uno de esos acordes pulsa en nuestra consciencia.
Por esa razón la existencia humana es una lucha permanente por hacernos entender. Conectar con otras personas -sea con nuestro bebé, con nuestra pareja o con un guardia de tráfico- consiste en hacer un esfuerzo descomunal por transmitir esa sinfonía de emociones que está sonando en nuestra cabeza con los pocos recursos que tenemos: el lenguaje verbal, el lenguaje no verbal, el contacto físico, la cultura, etc.
Y no es nada fácil, como sabe cualquiera que haya vivido. Es nuestro gran drama.
Claro que, si es difícil en persona, intentar hacer esa misma conexión sin tener a la otra persona delante, lo es mucho más. El texto escrito se vuelve absolutamente insuficiente y no nos da ni para empezar a transmitir lo que estamos sintiendo o pensando -como habrá descubierto cualquiera que haya pasado varias semanas chateando con alguien en alguna app para luego darse cuenta, cuando lo conoce cara a cara, de que la persona que se había imaginado no tiene nada que ver con la que tiene delante ;-).
Pero imaginemos cómo era ese mismo esfuerzo antes de que existiera siquiera la posibilidad de escribir. ¡Imposible! Hasta la extensión de la imprenta, la práctica totalidad de la población era analfabeta. La única manera de transmitir o conservar las ideas era la cultura oral: los refranes, las canciones, la repetición de las mismas tareas o de las mismas técnicas para cocinar, curar o hacer herramientas de una generación a otra.
Así que cuando empezó a extenderse la imprenta y, con ella, la posibilidad de comunicar ideas complejas en la distancia y en el tiempo, de conectar con gente que no teníamos delante, aquello fue una revolución tan completa, tan transcendente para la experiencia humana, que el mundo entero se volcó en sacarle el máximo provecho.
No solo se extendió la maquinaria necesaria para imprimir libros, también otra maquinaria, mucho más extensa y más costosa, para enseñar a toda la humanidad a leer y a escribir. Todavía hoy invertimos una parte muy importante de nuestra vida y una cantidad bárbara de dinero en alfabetizarnos.
Si es necesario todo ese esfuerzo es porque el lenguaje humano es un código extraordinariamente complejo. El castellano, por ejemplo, tiene unas 100.000 palabras -además de todas las que no están en el diccionario-, 16 tiempos verbales, 3 modos y centenares de reglas gramaticales (Por comparar, un lenguaje de programación puede tener unas 30-40 ‘palabras’).
Simplemente usarlo con corrección requiere un inmenso esfuerzo, y ni siquiera eso es suficiente. Usarlo con eficacia exige, además, aprender a codificar esas emociones poliédricas a través de mecanismos culturales muy sofisticados. Y luego descodificarlos. Esa acción de traducir el pensamiento emocional al lenguaje es lo que llamamos “pensamiento racional” y reservamos en la sociedad algunos lugares muy especiales para quien mejor lo hace: los llamamos poetas. O estadistas.
Con la posibilidad de comunicar en la distancia nació también la comunicación de masas. Uno ya no estaba restringido al número de personas que podían escucharle, sino que esos mensajes que algunos habían aprendido a elaborar con tanta excelencia podían llegar a mucha gente al mismo tiempo. Por eso desde la extensión de la imprenta el dominio del lenguaje escrito se volvió un vehículo de poder. Saber leer y escribir bien, saber convencer o seducir con el texto se transformó en una habilidad extraordinariamente escasa y muy valiosa. Y hoy lo sigue siendo.
Con los años, un grupo reducido de personas que eran expertas en leer y escribir pasó a dominar las páginas de los periódicos, las de los boletines oficiales, la diplomacia, la administración pública, la universidad y la política. Más aun: como quienes sobresalen en este oficio generalmente se rodean de otras personas que piensan de la misma manera y comparten esa misma habilidad, hasta hace muy poquito tiempo era imposible formar parte de una élite sin estar dentro de ese grupo de gente que era experta en leer y escribir.
Hasta hace poco Internet dio continuación a ese status quo. Al principio la red se parecía mucho a un kiosko de prensa y las mismas personas que habían dominado el mundo a través de los periódicos podían seguir dominando desde una versión digital de lo mismo. Con Facebook y los primeros blogs nació la posibilidad de que todo el mundo pudiera tener su esquinita y ser un pequeño medio de comunicación, pero seguía siendo escrito. El mundo seguía siendo de quien sabía y gustaba de escribir.
Pero ese mundo está muriendo. En estos años está teniendo lugar delante de nuestras narices una cosa que está dando al traste con los últimos 300 años de dominio del texto: algunas apliaciones están inaugurando un nuevo mecanismo de comunicación que esconde una transformación de la que se hablará en los libros de historia. Aunque no es la primera, la más importante es Tiktok.
Tiktok es una de las primeras redes sociales que es nativa del móvil; no existía antes de los smartphones. Desde ese lugar, incorpora dos mecanismos que no habían existido antes.
Por una parte, el vídeo en primera persona, ese en el que alguien te habla directamente a ti, sin que medie un plató, un cámara, un regidor y las normas semánticas de la televisión y del cine, es la versión más cercana a una conversación cara a cara que hemos tenido nunca en la Historia.
Como también se consume en primera persona, mirando muy de cerca la pantalla del móvil, consigue replicar con mucho éxito esa sensación de estar hablando con alguien cara a cara. De esta manera los códigos de comunicación que se usan en Tiktok son los mismos que los de la comunicación interpersonal: son los de esa comunicación emocional mucho más compleja -y más rica- que el texto escrito.
Por otra, mientras en Twitter o en Facebook la aplicación tiene que esperar a que el usuario le diga si un contenido le gusta o no con un acto consciente y racionalizado (como darle a like o a bookmark o retuitear), Tiktok conecta con el pensamiento emocional a través de los gestos inconscientes de las manos del usuario (cuántos segundos vé un vídeo, cuántas veces lo ve, en qué segundo deja de verlo, etc.).
Con estas dos innovaciones aparentemente pequeñas y triviales -como pasaba con el email- ha nacido el primer protocolo de comunicación en la distancia que no se restringe al pensamiento racional; que reproduce la comunicación emocional tanto en la emisión de los mensajes, como en su interpretación.
Así se está abriendo un nuevo campo a la interacción humana. Tiktok es a la comunicación emocional lo que la imprenta fue a la comunicación escrita.
Por primera vez, la comunicación de masas puede saltarse el pensamiento racional y el texto escrito e ir directamente al pensamiento emocional. Estamos observando el nacimiento de la posibilidad de trasladar ideas en el tiempo y en el espacio con independencia de la habilidad del emisor para redactar.
Como pasa con los terremotos, que se sienten mucho antes de que nadie pueda identificar sus causas, en estos años estamos notando la onda expansiva de este fenómeno. Por todas partes vemos emerger nuevas subjetividades, nuevos grupos que se autodeterminan y empiezan a comunicarse más allá de los medios tradicionales.
No se puede entender el auge del movimiento feminista sin este fenómeno. Y es que el texto escrito era sido una reserva y un reflejo de una forma de pensar que se ha asociado tradicionalmente al pensamiento masculino, a la forma en la que se educaba a los hombres.
Ni tampoco se entiende el triunfo de Trump y de otros partidos de los llamados “populistas” sin esta transformación. Y es que en el siglo XXI quien más éxito tiene en la comunicación ya no es quien mejor escribe, sino quien más emocioa y quien mejor comprende ese feedback emocional que le transmite la audiencia.
Como consecuencia, se está produciendo un cambio en la estructura de poder de la sociedad, donde de pronto quienes son capaces de conectar directamente a ese nivel emocional son los que llevan ventaja. Mientras tanto, los antiguos escribientes pierden peso y poder de comunicación a cada minuto.
Por eso TikTok esta lleno de vídeos que, desde la mirada de quienes han diseñado su pensamiento en torno al texto escrito, parecen bobadas. Nada más lejos: están cargados de otros códigos culturales, sociales y emocionales muy complejos. Lo que pasa es que, como ocurre con el texto escrito, si no tienes ciertas habilidades y mucha práctica, ¡no es tan sencillo comprenderlos!
Es muy probable que tu seas una de esas personas que, como yo, has invertido mucho tiempo, recursos y esfuerzo en dominar el uso del lenguaje racional y del texto escrito. Y es muy probable que todo esto te ponga de los nervios, porque en esa transformación habrá quien gane y quien pierda.
Es posible que te suene que en esas aplicaciones no hay nada más que gente haciendo bailecitos. Pero detrás de los bailecitos hay un ejército de gente aprendiendo a aprender a y a comunicarse cara a cara, con un código complejo, difícil de descifrar, pero también muy poderoso: están inventando un idioma.
Así que si tienes algún interés en seguir siendo relevante para la sociedad dentro de 10 años, tienes que entender cómo funciona esta nueva forma de comunicación. No te puedes escaquear de esta, no puedes seguir mirando hacia otro lado porque no va a desaparecer y tú cada vez te vas a sentir más frustrado. Y si quieres que a tus hijos les vaya bien en la vida, tienen que aprender a hacer vídeos igual que están aprendiendo a escribir.
Ya sé que seguramente te horroriza todo esto y que has oído millones de historias terribles sobre lo adictivas que son esas aplicaciones. Aquí tienes otra manera de verlo: son adictivas porque conectan con nuestros cerebros mucho mejor que el texto escrito. Y la razón para que eso ocurra es que conecta mucho mejor con el pensamiento emocional.
Por desgracia, la tiktoksfera en español no es tan abundante como la de habla inglesa. Pero también es una oportunidad para crear cosas nuevas y es importante que cada vez más personas de las que nunca en su vida habían pensado que tendrían un perfil, salgan corriendo a hacerse uno.
Así que hoy te propongo que le des una oportunidad a esta nueva forma de comunicación y que, si sigue sin convencerte, me eches la bronca por aquí con toda confianza ;-).
Toda la razón, y como suscriptora de La Vanguardia en la que a veces hago comentarios, muchos de ellos van en esta línea. Tengo una hija de 14 y otra de 16, me intereso por lo que ven en Tik Tok e Instagram, que cada vez se parece más y según ellas es menos adictivo, menos rápido. En los comentarios me siento como una viajera del futuro que intenta hacer ver la nueva realidad sin demonizarla. Pero parece que clamo en el desierto. Sólo por citar tres ejemplos:
- Sí se informan a través de las redes, no es todo chorradas o bulos. Hay chicas -“curiosamente”chicas-, estudiantes de periodismo, políticas etc que se dedican a masticar la información y exponerla en formato tik tok, de modo que ellas con 15 se enteran más que yo, que dudo que prestara atención al telediario. O ven cosas como las recientes concentraciones de jóvenes contra el fascismo en EU, yo sólo supe por la prensa la de la Puerta de Brandenburgo, ellas sabían que habían habido en muchas otras ciudades de países del Este, de los que a menudo sólo nos llevan malas noticias (Orbán). También sabían que esas manifestaciones no iban a salir en los medios oficiales (Orbán).
- Tienen diversos círculos de amistades que empiezan virtuales y acaban presenciales porque siguen a amigos de amigos que acaban siendo sus amigos -como en la canción-, por lo que sus horizontes se expanden y conocen mucha más gente (de Barcelona misma, no virtuales que también) que la que yo nunca pude soñar en conocer, y que se limitaban a los de instituto. Por lo tanto tienen muchas más oportunidades de conocer gente diversa y buscar sus espacios de intereses compartidos, que pueden ser varios.
- Mi hija menor es autista. He aprendido cien mil veces más en las redes que en las fuentes que como buena ingeniera disciplinada he consultado: artículos científicos, libros etc. No es sólo la cantidad de información, es la emocionalidad de la misma. Yo quería saber cómo ve el mundo ella, cosa que ningún artículo me explica. Pero ver a chicas (otra vez) autistas explicando en primera persona situaciones que yo veo desde el “otro” lado me ha ayudado tanto a entenderla, a empatizar, a lograr ponerme ni que sea un poco en su piel, y desde entonces la he podido ayudar mucho más al modificar comportamientos míos que sin saberlo la perjudicaban, e intentar crear un espacio lo más seguro posible para ella.
Perdón por la extensión!! Pero quería aportar tres ejemplos gráficos de las virtudes de los Tik Toks y compañía.
Muchas felicidades por tus escritos, Lis recibo como si fueran chocolate!!
Hola, María.
Reconozco que este giro de guión no me lo esperaba ja ja.
Yo tengo más de 40 años y soy de los que, como dices, aprendí a entender el mundo a través de la palabra escrita. Allá por 2006, fui de las personas que abrieron un blog (bueno, varios) y disfruté muchísimo esos años. Ahora los echo de menos. Yo, viejo dinosaurio, pienso que donde esté un buen artículo de blog, alojado en WordPress o Blogia, que se quiten todos los vídeos chorras de tic toc. Y ahora vienes tú y le das la vuelta al argumento.
Y lo malo es que creo que tienes razón ja ja ja.
Yo tengo una hija de siete años y me da pánico que el momento en el que empiece a utilizar Tik Tok (o lo que haya entonces). Pero si lo pensamos bien, tiene todo el sentido del mundo. Tik Tok realmente es mucho más democratizador que cualquier libro o cualquier blog. Personas inmigrantes, personas con poca cultura, personas que llegan agotadas de trabajar por la noche… Así a bote pronto, se me ocurren varios grupos de usuarios que podrán conectar mejor con vídeos cortos que con textos largos.
¿De verdad, los cuarentones tenemos que aprender a utilizar Tik Tok? ¿Dónde se aprende? ¿Quién da clases? xd
Un saludo y felicidades por tus textos