El dios del crecimiento perpetuo ha muerto: las razones profundas del éxito de Trump
Donald Trump y la ultraderecha se abren camino a base de deshumanizar y seguir lanzando la idea de que el mundo es cada vez más escaso y tenemos que matarnos unos a los otros para sobrevivir
Dice Edward O. Wilson, con mucha razón, que ninguna tribu puede sobrevivir durante mucho tiempo sin un mito que explique el sentido de su existencia. Por eso los seres humanos llevamos inventando fábulas para explicarnos a nosotros mismos desde que existe la humanidad.
A menudo no le damos a las fábulas la importancia que tienen, pero las personas no pensamos en datos, ni en objetos, ni en hechos ciertos. La materia prima de nuestro cerebro son las historias. Por eso una narración lo suficientemente poderosa puede moldear civilizaciones enteras, como ocurre con las religiones. El amor romántico, el sueño americano o la meritocracia son también relatos que determinan la forma en que vemos el mundo.
Cuando esos mitos dejan de servir para explicar la realidad nos entra el pánico. Ocurre porque el cerebro humano es el resultado de un proceso evolutivo durante el cual su principal función era detectar cosas que no comprendía –como un ruido en el bosque o una sombra en la pared de la cueva– y entenderlas.
De ahí que seamos una especie tan curiosa: somos unos animalitos frágiles en un mundo hostil y nos hemos adaptado para identificar y comprender rápidamente las cosas nuevas que nos vamos encontrando, no vaya a ser que sean peligrosas.
Y, como últimamente no entendemos mucho, pues estamos muy asustados. El miedo es la emoción social imperante en nuestro tiempo y la más perniciosa. Nos asalta cuando escuchamos noticias sobre tecnologías que vienen a sustituirnos, virus que acechan, ideologías radicales, la posibilidad permanente de la guerra y sobre los cambios –quizá irreparables– que le hemos provocado al planeta. Todos estos fenómenos tienen algo en común y es que son inabarcables, incontrolables y no los entendemos; escapan a nuestro control en la misma medida en que amenazan nuestra seguridad.
Nos da miedo la victoria de Donald Trump porque no la comprendemos. ¿Cómo puede ser que la mejor candidata, la más virtuosa del progresismo, en su mejor campaña, pierda contra el ser más detestable y más vil? ¿Qué está pasando en el mundo para que la mitad de la población de un país vote de esta manera? ¿Qué está ocurriendo en todos los países para que tanta gente se vea representada por estos partidos?
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Foto de Annie Spratt en Unsplash.
@mariaalvarez, de nuevo enhorabuena. Llevo toda mi vida viviendo dentro de un marco mental que me impide saber si la semana de cuatro días es una de las soluciones.
Pero que el cambio de paradigma es imprescindible (e imparable) es evidente.
Gracias por un análisis (en mi opinión) tan certero.
Necesitamos nuevas historias, no volver a las viejas (tribalismo) como bien apuntas. Quizá historias en las que colaborar con la naturaleza sea uno de los trabajos más importantes que podamos hacer, y que, si el dinero todavía es un medidor de esfuerzo y valía, se use para incentivar los esfuerzos de regeneración ecosistémica. Pero de una forma inteligente y honesta: el CO2 secuestrado es un medidor pobre e insuficiente para reflejar la salud de un ecosistema, tenemos que medir factores como la retención de agua, diversidad de especies, capacidad fotosintética...
En esta historia de cooperación y regeneración sí que habría suficiente trabajo para todos esos millones de personas en paro y personas que tienen trabajos irrelevantes (los "bullshit jobs" de David Graeber). Quizá del menos del 1% de personas que trabajan en el sector agrario llegaríamos al 10%. Y eso sería algo bueno, porque nos reconectaría con la naturaleza y con el disfrute de ver las cosas crecer, oler la tierra, crear belleza.