Hace unos días, el subsecretario del Tesoro de EE.UU. alertaba en una conversación con periodistas sobre el riesgo de que las ayudas del gobierno chino a su industria desembocaran en un gran problema de exceso de oferta en los mercados globales.
"Hablo a menudo con funcionarios de la UE, el Reino Unido y la India y, como es de esperar, Washington no es el único país muy preocupado por cómo China decide resolver su exceso de capacidad de fabricación."
Recordareis cómo resolvimos en Europa y en EE.UU. nuestro “exceso de capacidad de fabricación”: con la crisis de 2008.
No puedo dejar de preguntarme si no es esta la segunda ronda del mismo fenómeno, no económico, sino antropológico: el crack en oriente de la idea de progreso que se construyó en el mundo occidental en los dos siglos del periodo industrial.
Decía Keynes que el dinero es “un vínculo entre el presente y el futuro”. Toda vez que el presente es lo único que podemos considerar “real” y el futuro, una ficción, un relato, un cuento que nos hemos contado, se entiende que el dinero en la primera década del siglo XXI explica también la idea del futuro que teníamos hasta 2008.
Era esta:
En España, en 2006, pensábamos que el país iba a necesitar construir 650.000 viviendas al año, algo así como el 3% de todo el parque. ¿Quién iba a vivir en esas viviendas? En realidad, nadie. Lo que estaba en el horizonte colectivo es que todos tendríamos varias viviendas. Cada una de ellas llena de nuevas cosas que se fabricarían en nuevas fábricas que crearían más y más puestos de trabajo con excelentes condiciones.
Solo así se explica que, al tiempo que construiamos millones de viviendas, creásemos decenas de miles de plazas universitarias, multiplicando por 10 o por 20 la demanda de graduados que hacía el mercado laboral en algunas especialidades. La consecuencia es que hoy el 40% de los graduados universitarios está sobrecualificado para su puesto de trabajo.
Y como la vivienda nunca bajaba, todas aquellas casas serían como tener los ahorros en una fuente de energía económica perpetua que desafiaba hasta a la primera ley de la termodinámica.
Como decía Margaret Thatcher, "la gente piensa que en la cima no hay mucho espacio. Tienden a verlo como el Everest. Mi mensaje es que hay un montón de espacio en la cima."
Luego resultó que no había tanto espacio en la cima. La generación que se hizo mayor en los 2000 y 2010 ya no encontró ni casas asequibles ni buenos salarios con los que llenarlas de cosas. Pero no fue esto solo lo que quebró en los 2000.
Lo que quebró con los millennials en el post-2008 fue el apetito del mundo por todo aquello. Ya no queremos varias casas. No queremos llenarlas de sofas y de ropa de cama nueva y de cuberterías del Ikea. Igual si nos cayeran del cielo, como a nuestros padres, nos compraríamos alguna y las llenaríamos de sofas y daríamos un par de patadas más hacia adelante, pero al precio que están y con el coste que acarrean, ni hablar.
Salvo los 4 gatos que son megaricos -que luego tienen quien se las limpie-, los millennials y los gen Z vivimos entre la imposibilidad de acceder a ese universo de opulencia que soñaron nuestros padres y el desdén por un ideal de vida que ya sabemos lo que significa, porque es lo mismo que significó para nuestros padres: una exigencia despropocionada de sacrificio personal a cambio de acumular algunos bienes que ya no está nada claro que no se vayan a depreciar. Es la bolsa o la vida, literalmente.
Mientras tanto, los vertederos se llenan de cacharros comprados cada vez más baratos y tirados cada vez más rápido sin que nadie les otorgue el menor valor.
La razón por la que en el mundo hay un exceso de oferta es que ya no queremos más cosas. Tenemos too much of everything.
La pregunta, el fantasma que recorre el mundo, es: si no volverá el mundo de las 650.000 viviendas al año, si ya no trabajaremos en fábricas que hagan sofas para esas viviendas, si no habrá ya muchos buenos empleos en la industria que vengan en pack con un piso en una urba y dos niños en un cole concertado. ¿Qué haremos? ¿Cuál será el ideal de la vida más allá de perseguir la opulencia?
En la respuesta a esa pregunta se esconden los puentes al futuro.
Este es mi primer intento de mantener una newsletter sobre economía, sociedad y cambio generacional. Te agradeceré todos los comentarios que quieras hacerme; me ayudan a aprender y a mejorar.
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¡Hasta la próxima semana!
Un abrazo,
María