La ciudad es nuestro Bitcoin.
Te caigan como te caigan los inversores en activos digitales, te va a interesar cómo funcionan y cuánto se parecen al mercado inmobiliario
Bitcoin funciona con un curioso mecanismo, casi un experimento socioeconómico.
Bajo pseudónimo, una persona -que, para añadir a la leyenda, sigue en el anonimato- se inventó hace 16 años un sistema para crear un activo digital deflacionario.
La oferta de la mayoría de los activos (físicos o virtuales) es inflacionaria, la demanda estimula que se vayan superando los límites a la producción, con más esfuerzo. Por ejemplo, cuando al mundo entero le da por comer aguacates, empieza a surgir la tecnología y el ingenio humano que hace posible que se planten en más sitios, incluso donde antes no se podía porque las condiciones (el coste del suelo, o del agua, o del transporte) lo hacían antieconómico.
El diseño del software de Bitcoin pone un límite duro al número de unidades del activo que se pueden producir, de manera que ya sabemos cuantos bitcoins habrá, como máximo, en el futuro: 21 millones. No es posible que haya más, por más que se emplee más esfuerzo.
En lugar de plantarse, como los aguacates, estos bitcoins se “minan”. Tienes que poner un ordenador a hacer una tarea que es trivial, pero que tiene un coste (está usando el procesador de tu ordenador durante un tiempo).
Además, la cantidad de esfuerzo que cuesta minar un bitcoin va cambiando en función del número de mineros que hay en el sistema. Como cuando sube el precio hay más mineros, a medida que pasa el tiempo, el sistema hace que sea más y más difícil conseguir uno (y que tenga más coste, por tanto). Cada 216.000 bitcoins, el sistema reduce a la mitad el número de monedas disponibles para minar.
La otra característica de Bitcoin es que es un sistema descentralizado donde los usuarios contribuyen a mantener una especie de “libro contable” único, pero replicado en millones de ordenadores en todo el mundo.
Esto hace que los límites de bitcoin no sean físicos, por eso no se pueden cambiar. A diferencia de los aguacates, que llegará el día en que se puedan imprimir con una máquina, los límites de Bitcoin nacen de un contrato entre los usuarios. Y es imposible poner de acuerdo a todos los usuarios para cambiar el contrato (porque, además, hacer más bitcoins iría contra los intereses de quienes ya tienen).
Por eso sus defensores argumentan que Bitcoin va a seguir siendo valioso para siempre: es el único activo que existe que no se puede seguir haciendo crecer por ninguna vía.
Como consecuencia, mucha gente piensa que Bitcoin nunca perderá valor, que es un excelente activo de inversión.
(Todo esto que estoy contando tiene sus detractores, pero no es ese el debate en el que quiero entrar, lo que me interesa es la filosofía de Bitcoin.)
Pues bien, la vivienda en las grandes ciudades se comporta exactamente igual que Bitcoin, constituyéndose -quizás- en el único activo físico deflacionario.
La razón es que la cantidad de viviendas que se pueden construir en una ciudad está limitada, como Bitcoin, por varios límites que no son físicos, sino fruto de un contrato social que es -¿casi?- imposible cambiar.
Este contrato social tiene varias partes:
Los límites físicos de la ciudad, que son un acuerdo político con las ciudades colindantes.
Las reglas del urbanismo, que determinan lo que se puede edificar en cada parcela.
La propiedad actual del suelo, que está atomizada -como Bitcoin- en manos de millones de pequeños propietarios que no tienen por qué comportarse como agentes económicos en un mercado perfecto. Que, de hecho, no tienen por qué comportarse como agentes económicos en absoluto, porque la vivienda es mucho más que una inversión. Y que, además, no tienen ningún interés en que se deprecie su inversión por el incremento de la oferta. La división horizontal de la vivienda opera como una red descentralizada.
Las equivalencias con el caso de Bitcoin son extraordinarias. Las reglas del urbanismo serían el protocolo que usa Bitcoin, que explica cómo se pueden seguir minando nuevas monedas. Los propietarios actuales serían los nodos que hacen la red.
Los límites físicos de la ciudad serían los límites duros que implemento Satoshi (los 21 millones). Los metros cuadrados de suelo urbano serían, entonces, bitcoins.
Así, como en Bitcoin, cuanto más se construye en una ciudad, más difícil se hace construir. Quedan menos parcelas, menos edificios de un solo propietario que esté dispuesto a vender y menos edificios que tengan más edificabilidad (o más rentabilidad) de la que tienen construida. Aun en el caso -poco probable- de que se cambiaran las normas y se permitiera edificar a cualquier altura, los nuevos edificios más altos volverían a estar en manos de particulares cuyos intereses irían en contra de aumentar la oferta.
Igual que Bitcoin tiene un límite interno a la cantidad de veces que se puede dividir un token -el satoshi-, en el mercado de la vivienda hay un límite también al número mínimo de metros cuadrados que una persona necesita para vivir.
Es por esto que el suelo urbano de las grandes ciudades se está convirtiendo en el activo donde se refugian dos tercios de toda la riqueza mundial. Es un gigantesco sistema Bitcoin.
¿De qué depende que se siga apreciando Bitcoin? Solo de una cosa: de que los usuarios sigan creyendo que va a seguir ganando apreciándose. Con las ciudades pasa igual: el precio del inmobiliario está sujeto a la creencia de que una ciudad va a seguir atrayendo población, inversiones y talento en el futuro.
Y otra cosa: Bitcoin tiene un problema y es que es muy injusto para quien no lo pilló a tiempo. En los primeros años se generaban 450 btcs en apenas hora y media. Cuando, el próximo día 20 abril, se vuelva a dividir entre dos el número de btcs que se pueden minar, hará falta un día entero para producir la misma cantidad.
Los niños que nazcan hoy lo tendrán muchísimo más dificil para adquirir un bitcoin, que sus padres.
Y con la ciudad también pasa exactamente lo mismo. Quienes vinieron a la ciudad cuando se estaba construyendo tuvieron la posibilidad de quedarse con sus “bitcoins urbanos” a un precio de ganga, mientras quienes no teníamos edad para comprar en aquel momento tenemos que hacer 20 veces más esfuerzo para conseguir lo mismo, o pagar una plusvalía exagerada a quienes están dispuestos a vender, que no son muchos.
Dicen los expertos que la única manera de hacer que Bitcoin deje de ser escaso es… replicarlo. Duplicar el código y volver a empezar con una red nueva que vuelva a emitir muchísimas monedas cada día para que otro grupo, quizás otra generación, lo haga suyo. Igual esto también es igual con la ciudad.
Si quieres saber más de Bitcoin, te recomiendo esta presentación y todo lo que cuenta en Twitter Miguel Vidal.
Hola, me ha gustado tú artículo
Me gustaría saber que vas a hacer al respecto, quiero decir que acción piensas tomar dada esa realidad que describes.
Gracias