Caminar en la oscuridad, o cómo tomar decisiones en la incertidumbre.
La semana pasada escribí un hilo en Twitter que se hizo viral en pocos minutos. Hablaba sobre cómo el presidente del gobierno de España y otros políticos contemporáneos ya no piensan como jugadores de ajedrez, sino de baloncesto.
Creo que tuvo tanto éxito porque necesitamos nuevas formas de explicar un mundo que cada vez entendemos menos. La sensación de que la realidad es cada vez más compleja y más difícil de entender y, por tanto, de controlar, es angustiante. Porque ¿Cómo se toman decisiones sin conocer? ¿Cómo se piensa sin saber lo que va a ocurrir?
Este artículo es el primero de una pequeña colección en la que voy a compartir algunas ideas de fondo sobre las que flotaba ese hilo. Creo que son útiles no solo para entender el mundo, también para conducirse en la vida.
Esta primera habla sobre cómo navegar la incertidumbre.
El siglo XX fue el siglo de los pensadores estratégicos. Keynes o Marx escribían sin miedo sobre cómo iba a ser la realidad en 100 años. El mundo era un lugar ordenado donde había unas constantes -como la lucha de clases o la ley de la oferta y la demanda- que determinaban lo que iba a ocurrir.
En los últimos años de aquel lugar ordenado, el periódico británico The Guardian publicaba este anuncio que lo explica muy bien.
En 1986 la realidad era una cosa cierta que se podía entender una vez que tenías “the whole picture”, una vez que conocías todos los puntos de vista. Las personas bien informadas, que se preocupan de obtener información de calidad, podían entenderlo todo. Y podían tomar decisiones y entender las decisiones de los demás, incluso durante 100 años.
Este es el marco en el que sigue estando mucha gente que estaba perpleja el lunes. Si ellos estaban bien informados, si eran buenos analistas ¿cómo podía ser que no entendieran nada?
Y es que el mundo ha cambiado. En 2012 The Guardian lanzaba un nuevo anuncio:
Este clip de los cerditos ganó el festival de publicidad de Cannes de aquel año. Es un retrato brillante de la complejidad. Si acaso, solo se le puede acusar de haberse quedado corto, de pensar todavía que se puede comprender de esa manera y que sigue habiendo un “whole picture” que nos hará entenderlo todo.
Pero el mundo se ha descubierto tan extraordinariamente complejo, tan multipolar, que es un disparate seguir pensando que todo sucede en un tablero reglamentado que funciona por turnos, como en el ajedrez.
Y seguramente es que nunca fue como un tablero de ajedrez. Ese momento del siglo XX en el que todo parecía ordenado y predecible fue un espejismo provocado por una concentración desmesurada de poder en las manos de las mismas élites (los medios, el Estado, la política y las estructuras paraestatales, como los abogados o el tercer sector) que empezó con la aparición de la imprenta y terminó con Facebook.
Es bastante probable que si le preguntas a una persona que viviera lejos de esas élites, como a una persona migrante, por ejemplo, no tuviera esa misma sensación de un mundo tan ordenado tampoco.
Pero a medida que las redes sociales permiten a cada persona convertirse en un micro-medio de comunicación y reunirse en torno a discursos distintos de los del mainstream, este status-quo no puede más que desintegarse. Y lo que sigue es un mundo mucho más complejo de lo que podemos comprender y un batallón de analistas descolocados.
Porque esa sola noción de no comprender es insoportable, de ahí el éxito del hilo de Twitter.
¿Cómo se toman decisiones en la incertidumbre? De la misma manera que se camina en la oscuridad: a tientas.
Imagínate que estuvieras en una habitación a oscuras y quisieras llegar a la puerta. Si hubiera luz, tu cabeza diseñaría un trazado de pasos rodeando los obstáculos y serías capaz de explicar, antes de empezar, como te vas a desplazar de A a B. Pero, a oscuras, eso es imposible.
La frustración que tenemos nace de tener la luz apagada. Seguimos queriendo saber, antes de empezar a andar, como llegar de A a B. Queremos trazar un recorrido, pero no podemos, ni vamos a poder, ni es que nos falte capacidad de análisis o entender más puntos de vista. Tenemos que aprender a caminar a tientas.
Se trata de caminar reconociendo el territorio más inmediato, el que nos hace falta en el siguiente paso. Para eso, en lugar de planificar, en la incertidumbre lo que funciona es experimentar y aprender de la información adquirida en la experimentación.
En el mundo del software, que está en esta clave desde hace muchos años, las grandes webs que conoces, como Netflix o Airbnb, hace muchos años que trabajan así: sin hacer grandes planes estrátegicos, guiándose por pequeñas pruebas mil veces repetidas a los usuarios.
En política -por aterrizar esta idea en el mismo ejemplo que el hilo de Twitter- esto significa dejarse de guiarse por los estudios de opinión y empezar a sacar información de la recepción que tienen los mensajes que lanzas en RRSS. ¿Qué mensajes se entienden y cuáles no? ¿Qué otros marcos mentales evocan los mensajes que estás lanzando? ¿Qué entiende la gente cuando dices una cosa? ¿Cómo se mueve la opinión pública? ¿Hablamos más de salud mental después de los cinco días de Pedro? ¿Hablamos más de desinformación? Probar, recoger información, mejorar la prueba, volver a probar. E ir intuyendo, poco a poco, una relación con el mundo.
Lo más difícil es cambiar de mentalidad y renunciar a comprender la totalidad del mundo -y a controlarlo. Renunciar a hacer análisis de largo plazo. Efectivamente, en cualquier esquina puede haber un monstruo, un revés, una quiebra o un accidente (esto siempre fue así) y hay tantos agentes en juego que no podemos calcular qué va a ocurrir.
Nos cuesta renunciar porque pensamos que la forma buena de pensar es esa que entiende “the whole picture”, pero caminar a tientas no es distinto de la forma en la que nos aproximamos a lo desconocido en otros ámbitos, en particular, en la ciencia.
Igual que cuando una científica se embarca en una investigación no conoce el final del camino y va experimentando para conseguir más información, en el siglo XXI deberíamos aplicar el método científico a casi todo en la vida.
La buena noticia es que, cuando cambias el chip y empiezas a pensar de esta otra manera, de pronto ¡puedes orientarte en la oscuridad!. Vuelves a tener las herramientas para aprender y la capacidad de tomar decisiones que ahora mismo quizás sientes que has perdido. Se te desarrolla el olfato y el oído y otros sentidos que ni conocías.
Y ya no te hace falta que esté la luz encendida.
La foto es de Brooke Cagle en Unsplash.